domingo, 18 de marzo de 2012

¿QUIÉN ES EL CULPABLE, EL MEDIO O EL PÚBLICO?


En medio de tantos escándalos mediáticos, donde no sabemos si el mensaje responde a los derechos del público o responde a lo que el medio tiene derecho a informar, me pregunto si es posible educar a cierto público para que se convierta en un perceptor crítico y autónomo que exija contenidos que favorezcan la evolución moral.

En realidad es un cuestionamiento complicado pues la posibilidad de una educación para un perceptor “exigente”, está directamente relacionada con las opciones que éste tenga desde los contenidos mediáticos. Aunque en la lógica del mercado se dice que entre más posibilidades mayores oportunidades de elegir y más exigencia por parte del usuario-consumidor; lo paradójico del asunto es que esta realidad no es funcional cuando se plantea en los medios de comunicación.

En los últimos años el crecimiento del mercado en las empresas mediáticas ha aumentado considerablemente. Con el auge de las nuevas tecnologías, ya no son solo los medios y empresas tradicionales las que pueden generar contenidos, a través de la Internet las personas pueden ver programas televisivos, escuchar una estación de radio o simplemente leer un artículo de carácter no oficial. Es precisamente, la oferta tan grande lo que hace que exista una lucha incesable por mantener o aumentar la torta participativa de ese mercado que está fragmentada para cada medio.

Las compañías de medios de comunicación, sin importar si son públicas o privadas, tienen intereses ideológicos pero también económicos. Ellas buscan responder a sus propias necesidades rentables, tratando de persuadir al televidente-lector, que esos contenidos que ellos generan hacen parte de sus necesidades personales. La mayoría de los medios de comunicación obedecen a la lógica comercial y no a la lógica periodística en el cubrimiento de las noticias.

Por lo que esto se convierte en un ciclo vicioso en donde el receptor de la información a través de la demanda le dicta al medio qué quiere que se le informe, qué le gusta, qué le aburre, qué lo fideliza con éste. Así el medio de comunicación de masas respondiendo a su sentido capitalista, termina haciendo lo que le genere más ganancias, es decir, mayor número de usuarios que se ven reflejados en la rentabilidad.

En el caso que se educara a una generación de pequeños para que fueran capaces de exigir contenidos mediáticos que favorezcan la evolución de la moral, la pregunta es ¿quién sería el educador? ¿si todos vemos el mundo como el medio nos lo muestra? o ¿cuál sería el medio capaz de renunciar a sus principios económicos y de poder, teniendo en cuenta que éstos son necesarios para la subsistencia, para mostrarnos la realidad lo menos fragmentada posible?

En este sentido de lo hablado hasta ahora, no es sino que echemos una mirada al país, a los múltiples problemas que afectan al estado Colombiano, y esto nos confirma que no es correcto elevar la proposición de Maquiavelo “El fin justifica los medios” a imperativo categórico. El actual desorden creado por el malestar de la globalización, la violencia permanente, la corrupción generalizada, la pobreza, miseria y exclusión imperantes, confirman lo contrario: que la única moral histórica aceptable es la contraria a la de Maquiavelo, que son los medios los que deben justificar los fines. Por eso Colombia necesita de nuevos medios de comunicación, con hombres y mujeres inspirados en una nueva ética; la del diálogo y la concertación, que  nos permita ver la vida desde otra perspectiva, no desde la coacción, no desde la imposición y menos desde el interés estrecho y caprichoso del gobernante de turno.

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